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domingo, 3 de mayo de 2015

Currículo y diálogo en las aulas de una sociedad globalizada

El objetivo principal de la educación es crear personas capaces de hacer cosas nuevas, y no simplemente de repetir lo que otras generaciones hicieronJean Piaget
Tras leer los tres textos y ver que fueron escritos hace más de diez años, es mucho como para seguir sin tener claro: ¿cómo, por qué y para qué aprendemos? La educación no sólo es el colegio, los profesores y los alumnos, la educación depende del gobierno que este en el poder, de los métodos que se aplican y lo que se pretende enseñar o a dónde se quiere llegar.
Vivimos en un mundo “globalizado” y “homogeneizado” económicamente y dominado por las grandes potencias que ha llevado a aquellos que no son partícipes de su beneficios “a encerrarse en la cultura, la religión y la etnicidad como fuentes alternativas de significado e identidad” (Hargreaves, A. 2003, p.60). La cuestión no es si estamos o no a favor de la globalización, sino a qué tipo de globalización damos nuestro apoyo, convirtiéndose este apoyo en una responsabilidad moral con los más desfavorecidos de nuestro mundo. Esta globalización ha hecho que “las políticas económicas de las naciones desarrolladas se parezcan cada vez más entre sí” (Hargreaves, A. 2003, p.53) El autor pone el ejemplo de los Estados Unidos, pero yo pondré un ejemplo más cercano, el 2010 y presionados por los mercados el partido que gobernaba en España, a priori un partido de izquierdas, empezó a implantar una serie de medidas, bueno mejor dicho recortes, que más bien se asemejaban a la política que aplica la derecha neoliberal. Dos posturas, hace tiempo completamente diferenciadas, que cada día se parecen más.
La globalización nos lleva a la estandarización pero “La sociedad del conocimiento es un caballo de Troya: parece traer regalos, pero también trae problemas” (Hargreaves, A. 2003, p.64), la globalización puede llevarnos a la fragmentación, vivimos en un mundo donde los precios y el mercado son más importantes que las relaciones sociales o culturales, y esto acaba creando desigualdades.
El autor dice que “es evidente que la globalización padece un gran déficit de moralidad” (Hargreaves, A. 2003, p.62), pero yo añadiría que actualmente vivimos en un mundo egoísta, un mundo que solo se mira su ombligo sin pensar si nuestras acciones están afectando al que está sentado a nuestro lado, como para pensar en los países más necesitados o menos desarrollados que nosotros. La globalización es una cuestión de responsabilidad moral, deberíamos de replantearnos a donde queremos llegar.
Una de las cosas que nos debemos replantear, es la educación, cómo la queremos y qué finalidad buscamos. “Los docentes que enseñan más allá de la sociedad del conocimiento desarrollan no sólo el capital intelectual de sus estudiantes, sino también su capital social” (Hargreaves, A. 2003, p.70) En definitiva, lo que hay que potenciar en las escuelas además de enseñar conocimientos, es motivar a los alumnos a pensar, a ser críticos porque sólo así se sentirán seguros de hacer frente a cualquier adversidad con la que se encuentren. Cuando nos acercamos al aprendizaje, mirándolo como un suceso inacabado, transformador y mágico, lo convertimos en una experiencia de placer que nos apodera para ejecutar el cambio.
Los docentes son las primeras víctimas del fallecimiento de la democracia, ya que ven coartada su libertad en las aulas. Vivimos en una sociedad donde se infravalora a los docentes, se menosprecia su rol como agente socializador para preparar a las generaciones futuras. Para ello deben de confluir los cuatro pilares que forman la educación, por un lado encontramos los pilares del conocimiento, aprender a conocer y a hacer y por otro, aprender a vivir juntos, que lo forman los pilares de aprender a ser y a convivir. Pero todos estos valores se ven afectados en una sociedad globalizada y capitalista como en la que vivimos, donde la educación es un instrumento para crear individualismo y competitividad.
La preocupación por la educación viene de muchos años atrás, pues es bien sabido que la educación es el instrumento con el que cambiar el futuro. Pero el sistema educativo tiene una problemática básica que se ve agravada según el país y quien gobierne en él, los principales problemas son los fines que tiene la educación y los medios que se utilizan.
Los profesores según el gobierno que esté, tienen potestad para decidir qué es lo que hay que enseñar en un determinado momento, en función de qué y cómo habría que enseñarlo para conseguir una máxima efectividad. Es competencia suya decidir qué tipo de método aplicar para que el aprendizaje sea óptimo y satisfactorio. Los gobiernos conservadores han hecho menguar esta autonomía al dictar leyes que favorecen la planificación centralizada de la enseñanza y la evaluación externa del rendimiento del alumnado, lo que supone importantes limitaciones en la consideración del enseñante como profesional autónomo. Además, los recortes presupuestarios en la educación han ocasionado un grave deterioro a las condiciones laborales de los profesores.
Aristóteles ya constataba en su tiempo la falta de consenso existente sobre el contenido y los medios de enseñanza. Un ejemplo claro de falta de consenso es la última reforma educativa que hemos tenido en España, una reforma que se ha llevado a cabo gracias a la mayoría absoluta del gobierno, sin llegar a acuerdos con ningún partido de la oposición y sin tener en cuenta a los docentes que son los que van a aplicar esta nueva ley.
Es necesario que cambiemos el chip, que aprendamos a pensar en términos de currículo, no sólo de su materia sino del ciclo, etapa, centro o de cualquier situación de enseñanza y aprendizaje. Los conocimientos, las habilidades y las actitudes que le permitan tomar decisiones sobre el qué y el cómo de la enseñanza de manera crítica y reflexiva. Pero por desgracia, el currículo tiene dos aspectos uno académico y otro político, y estos últimos son los que deciden como enfocar el currículo. Además de esto, existen dos problemas relevantes de la temática curricular, por un lado el hecho de singularidad, irrepetibilidad y diversidad de las situaciones educativas y por otro, por los filtros que ha de pasar el currículo hasta ser llevado a la práctica: la administración, las editoriales y al final los profesores.
Por ello es importante que se tengan en cuenta unas condiciones mínimas como conocer las directrices del currículo oficial, las características libres de prejuicio de la población en la que se inserta el centro, llevar a cabo una reflexión crítica y saber la experiencia previa de nuestro alumnado.
Pero nos queda por hablar de los métodos a aplicar en las aulas, y esto nos lleva al tercer y último texto que nos queda por comentar. Todo aprendizaje necesita de la comunicación y de que confluyan todos los factores que la forman. Los elementos o factores de la comunicación humana son: emisor, mensaje, receptor, código, canal,  contexto. En educación, el emisor es el profesor, es quien emite el mensaje en este caso el tema que se va a dar, el receptor son los alumnos, son los que reciben la clase, el canal, en este caso sería el aula, el código empleado sería el castellano o valenciano, el mensaje la clase que se está impartiendo y por último la situación en la que se desarrolla.
El diálogo comunicativo que nos explica el autor del texto funciona cuando en este caso el alumno es capaz de responder con una reiteración de lo que el profesor quería decir. Sin embargo, esto no significa necesariamente que la persona que contesta tiene que estar de acuerdo con el mensaje.
En el diálogo comunicativo debe de aparece la comprensión, y ello puede llevarnos a encontrarnos con que la respuesta vaya en desacuerdo con el mensaje. Es normal que existan en toda comunicación acuerdos y desacuerdos, sobre todo en los diálogos comunicativos, pero sólo esto se alcanza si se ha comprendido el mensaje.
La única cosa que puede romper la lógica de la relación dialógica es un rechazo hacia un acuerdo para una comprensión inicial, neutral, inocente. Este rechazo rompe la continuidad del proceso dialógico. Y al romper esta continuidad, se rompe el mecanismo del control de diálogo sobre sus participantes.
Este tipo de diálogo nos posibilita a encontrarnos con diferentes puntos de vista y diferentes formas de ver y conocer. A través de esta autorreflexión, mi encuentro con los otros me cambiará y tendrá ligar el aprendizaje. La autorreflexión es siempre un espejo de la reflexión, que es el funcionamiento ilusorio de la reflexividad simétrica, del razonamiento a través del principio ilusorio de la simetría.
Si en las aulas conseguimos que el diálogo comunicativo sea posible estaremos creando un ambiente donde el alumno esta razonando y sacando sus propias conclusiones, estaremos formando alumnos críticos y capaces de cuestionarse las cosas y debatirlas. Pero sin desviarnos de la meta final que es que el mensaje se haya comprendido.
A diferencia del diálogo comunicativo, que busca y requiere continuidad y comprensión, el diálogo analítico busca las formas por las que la lectura indirecta <<puede enseñarnos algo, puede resultar en sí misma instructiva>> (Felman, 1987, p.79).
Lo que hace el diálogo analítico <<al>> diálogo comunicativo es cambiar radical y profundamente los términos de las discusiones sobre la verdad y sobre el papel que juega la comprensión en la forma en que vamos a justificar relaciones sociales <<deseables>>. Con el diálogo analítico, la pregunta no es: ¿qué significa, en verdad y en realidad, este texto o este acontecimiento? Y con el diálogo analítico, las justificaciones para la actuación no son una consecuencia <<lógica>> o <<moral>> o <<ética>> de la determinación de la verdad o de la realidad.
Recuperar el valor del diálogo en la enseñanza como un proceso de comprensión interpersonal implica reconocer y respetar las diferencias y considerar que éstas son oportunidades positivas para alcanzar perspectivas nuevas. Crear el espacio para el diálogo en la enseñanza entraña que no sólo el docente introduzca intereses que son propios de su raza, su clase, su etnia, su género, sino estar abierto a los intereses del otro y tener la posibilidad de escucha y de esa forma ser también alumno.
El diálogo en la enseñanza lleva, según nos dice Burbules (1999, p.30), a cuestionar las jerarquías y las concepciones tradicionales de la autoridad del maestro; a tolerar y apoyar la diversidad; a no descansar en supuestos teleológicos sobre respuestas correctas y verdades últimas; a no apoyarse en esfuerzos individuales aislados, sino en relaciones comunicativas mutuas y recíprocas; y a mantener abierta la conversación en el sentido tanto de que carezca de un término final cuanto de invitar a una diversidad de voces y de estilos a que ingresen en él.
El aprendizaje tiene que ver más con el desacuerdo que con el acuerdo, que tiene que ver más con el debate que con la complacencia, que tiene que ver más con generar tu propio cuerpo de conocimientos que con el asentimiento ante el discurso de otros. Es lo que muchos pedagogos defienden en sus teorías, la necesitad de cambiar los roles en las aulas, los profesores dejar de dar clases magistrales conocidas como método pasivo o el método dogmático. Y que el protagonismo lo tenga el alumno, el profesor ser un guía o mediador en el aula. Que el aprendizaje surja de las interacciones entre los alumnos.
Docente y estudiantes tienen mucho por aprender el uno del otro fuera de los contenidos programáticos. Que el docente esté abierto y propicie el espacio para el diálogo en la enseñanza permite expresar y crear comprensiones nuevas, reflexionar acerca de las normas éticas o políticas y dirimirlas (Burbules, 1999, p.42), ampliar nuestras comprensiones del mundo, de las personas y del conocimiento. De lo contrario, muchos son los temas de interés que quedan silenciados sin posibilidad de salir a luz, sin posibilidad de ser conocidos, de hacerse escuchar y por tanto, sin posibilidad de llegar a acuerdos o desacuerdos para intervenir y lograr una sociedad más justa e igualitaria.
Enseñar hoy debe incluir dedicación a la construcción del carácter, de la comunidad, el humanitarismo y la democracia en los jóvenes; ayudarles a pensar y actuar por encima y más allá de las seducciones y exigencias de la economía del conocimiento.
En definitiva, se trata de ofrecer una educación más humana, que respete la diversidad cultural en todas sus dimensiones, que resalte el papel del lenguaje en la construcción del significado y el conocimiento, que promueva el diálogo, la crítica, la participación y que ayude a formar personas críticas y creativas que contribuyan a construir una sociedad más democrática comprometida con el desarrollo humano y natural de nuestro mundo.


Referencias bibliográficas
BURBULES, N. (1999) El diálogo en la enseñanza. Teoría y práctica. Amorrortu Editores, Buenos Aires.
ELLSWORTH, E. (2005). Posiciones en la enseñanza (Vol. 10). Ediciones AKAL. Madrid; p.97-139.
FELMAN, S. (1987) Jaques Lacan and the adventure of insight: Psychoanalusis in contemporary culture. Cambrige, Harvard University Press
HERNÁNDEZ, F. H., & GIL, J. M. S. (1993). Para enseñar no basta con saber la asignatura.  Paidós Ibérica, Barcelona; p.35-54

MATA, À., & HARGREAVES, A. (2003). Enseñar en la sociedad del conocimiento: La educación en la era de la inventiva. Octaedro, Barcelona; p.49-88

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