“El objetivo principal de la educación es
crear personas capaces de hacer cosas nuevas, y no simplemente de repetir lo
que otras generaciones hicieron” Jean
Piaget
Tras leer los tres textos y ver que fueron escritos hace más
de diez años, es mucho como para seguir sin tener claro: ¿cómo, por qué y para
qué aprendemos? La educación no sólo es el colegio, los profesores y los
alumnos, la educación depende del gobierno que este en el poder, de los métodos
que se aplican y lo que se pretende enseñar o a dónde se quiere llegar.
Vivimos en un mundo “globalizado” y “homogeneizado”
económicamente y dominado por las grandes potencias que ha llevado a aquellos
que no son partícipes de su beneficios “a encerrarse en la cultura, la religión
y la etnicidad como fuentes alternativas de significado e identidad”
(Hargreaves, A. 2003, p.60). La cuestión no es si estamos o no a favor de la
globalización, sino a qué tipo de globalización damos nuestro apoyo,
convirtiéndose este apoyo en una responsabilidad moral con los más
desfavorecidos de nuestro mundo. Esta globalización ha hecho que “las políticas
económicas de las naciones desarrolladas se parezcan cada vez más entre sí”
(Hargreaves, A. 2003, p.53) El autor pone el ejemplo de los Estados Unidos,
pero yo pondré un ejemplo más cercano, el 2010 y presionados por los mercados
el partido que gobernaba en España, a priori un partido de izquierdas, empezó a
implantar una serie de medidas, bueno mejor dicho recortes, que más bien se
asemejaban a la política que aplica la derecha neoliberal. Dos posturas, hace
tiempo completamente diferenciadas, que cada día se parecen más.
La globalización nos lleva a la estandarización pero “La
sociedad del conocimiento es un caballo de Troya: parece traer regalos, pero
también trae problemas” (Hargreaves, A. 2003, p.64), la globalización puede
llevarnos a la fragmentación, vivimos en un mundo donde los precios y el
mercado son más importantes que las relaciones sociales o culturales, y esto
acaba creando desigualdades.
El autor dice que “es evidente que la globalización
padece un gran déficit de moralidad” (Hargreaves, A. 2003, p.62), pero yo
añadiría que actualmente vivimos en un mundo egoísta, un mundo que solo se mira
su ombligo sin pensar si nuestras acciones están afectando al que está sentado
a nuestro lado, como para pensar en los países más necesitados o menos
desarrollados que nosotros. La globalización es una cuestión de responsabilidad
moral, deberíamos de replantearnos a donde queremos llegar.
Una de las cosas que nos debemos replantear, es la
educación, cómo la queremos y qué finalidad buscamos. “Los docentes que enseñan
más allá de la sociedad del conocimiento desarrollan no sólo el capital intelectual
de sus estudiantes, sino también su capital social” (Hargreaves, A. 2003, p.70)
En definitiva, lo que hay que potenciar en las escuelas además de enseñar
conocimientos, es motivar a los alumnos a pensar, a ser críticos porque sólo
así se sentirán seguros de hacer frente a cualquier adversidad con la que se
encuentren. Cuando nos acercamos al aprendizaje, mirándolo como un suceso
inacabado, transformador y mágico, lo convertimos en una experiencia de placer
que nos apodera para ejecutar el cambio.
Los docentes son las primeras
víctimas del fallecimiento de la democracia, ya que ven coartada su libertad en
las aulas. Vivimos en una sociedad donde se infravalora a los docentes, se
menosprecia su rol como agente socializador para preparar a las generaciones
futuras. Para ello deben de confluir los cuatro pilares que forman la
educación, por un lado encontramos los pilares del conocimiento, aprender a
conocer y a hacer y por otro, aprender a vivir juntos, que lo forman los
pilares de aprender a ser y a convivir. Pero todos estos valores se ven
afectados en una sociedad globalizada y capitalista como en la que vivimos,
donde la educación es un instrumento para crear individualismo y
competitividad.
La preocupación por la educación
viene de muchos años atrás, pues es bien sabido que la educación es el
instrumento con el que cambiar el futuro. Pero el sistema educativo tiene una
problemática básica que se ve agravada según el país y quien gobierne en él,
los principales problemas son los fines que tiene la educación y los medios que
se utilizan.
Los profesores según el gobierno
que esté, tienen potestad para decidir qué es lo que hay que enseñar en un
determinado momento, en función de qué y cómo habría que enseñarlo para
conseguir una máxima efectividad. Es competencia suya decidir qué tipo de
método aplicar para que el aprendizaje sea óptimo y satisfactorio. Los
gobiernos conservadores han hecho menguar esta autonomía al dictar leyes que
favorecen la planificación centralizada de la enseñanza y la evaluación externa
del rendimiento del alumnado, lo que supone importantes limitaciones en la
consideración del enseñante como profesional autónomo. Además, los recortes
presupuestarios en la educación han ocasionado un grave deterioro a las
condiciones laborales de los profesores.
Aristóteles ya constataba en su
tiempo la falta de consenso existente sobre el contenido y los medios de
enseñanza. Un ejemplo claro de falta de consenso es la última reforma educativa
que hemos tenido en España, una reforma que se ha llevado a cabo gracias a la
mayoría absoluta del gobierno, sin llegar a acuerdos con ningún partido de la
oposición y sin tener en cuenta a los docentes que son los que van a aplicar
esta nueva ley.
Es necesario que cambiemos el
chip, que aprendamos a pensar en términos de currículo, no sólo de su materia
sino del ciclo, etapa, centro o de cualquier situación de enseñanza y
aprendizaje. Los conocimientos, las habilidades y las actitudes que le permitan
tomar decisiones sobre el qué y el cómo de la enseñanza de manera crítica y
reflexiva. Pero por desgracia, el currículo tiene dos aspectos uno académico y
otro político, y estos últimos son los que deciden como enfocar el currículo.
Además de esto, existen dos problemas relevantes de la temática curricular, por
un lado el hecho de singularidad, irrepetibilidad y diversidad de las
situaciones educativas y por otro, por los filtros que ha de pasar el currículo
hasta ser llevado a la práctica: la administración, las editoriales y al final
los profesores.
Por ello es importante que se
tengan en cuenta unas condiciones mínimas como conocer las directrices del currículo
oficial, las características libres de prejuicio de la población en la que se
inserta el centro, llevar a cabo una reflexión crítica y saber la experiencia
previa de nuestro alumnado.
Pero nos queda por hablar de los
métodos a aplicar en las aulas, y esto nos lleva al tercer y último texto que
nos queda por comentar. Todo aprendizaje necesita de la comunicación y de que
confluyan todos los factores que la forman. Los elementos o factores de la
comunicación humana son: emisor, mensaje, receptor, código, canal, contexto. En educación, el emisor es el
profesor, es quien emite el mensaje en este caso el tema que se va a dar, el
receptor son los alumnos, son los que reciben la clase, el canal, en este caso
sería el aula, el código empleado sería el castellano o valenciano, el mensaje
la clase que se está impartiendo y por último la situación en la que se
desarrolla.
El diálogo comunicativo que nos
explica el autor del texto funciona cuando en este caso el alumno es capaz de
responder con una reiteración de lo que el profesor quería decir. Sin embargo,
esto no significa necesariamente que la persona que contesta tiene que estar de
acuerdo con el mensaje.
En el diálogo comunicativo debe
de aparece la comprensión, y ello puede llevarnos a encontrarnos con que la
respuesta vaya en desacuerdo con el mensaje. Es normal que existan en toda
comunicación acuerdos y desacuerdos, sobre todo en los diálogos comunicativos,
pero sólo esto se alcanza si se ha comprendido el mensaje.
La única cosa que puede romper la
lógica de la relación dialógica es un rechazo hacia un acuerdo para una
comprensión inicial, neutral, inocente. Este rechazo rompe la continuidad del
proceso dialógico. Y al romper esta continuidad, se rompe el mecanismo del
control de diálogo sobre sus participantes.
Este tipo de diálogo nos posibilita
a encontrarnos con diferentes puntos de vista y diferentes formas de ver y
conocer. A través de esta autorreflexión, mi encuentro con los otros me
cambiará y tendrá ligar el aprendizaje. La autorreflexión es siempre un espejo
de la reflexión, que es el funcionamiento ilusorio de la reflexividad
simétrica, del razonamiento a través del principio ilusorio de la simetría.
Si en las aulas conseguimos que
el diálogo comunicativo sea posible estaremos creando un ambiente donde el
alumno esta razonando y sacando sus propias conclusiones, estaremos formando
alumnos críticos y capaces de cuestionarse las cosas y debatirlas. Pero sin
desviarnos de la meta final que es que el mensaje se haya comprendido.
A diferencia del diálogo
comunicativo, que busca y requiere continuidad y comprensión, el diálogo
analítico busca las formas por las que la lectura indirecta <<puede
enseñarnos algo, puede resultar en sí misma instructiva>> (Felman, 1987,
p.79).
Lo que hace el diálogo analítico
<<al>> diálogo comunicativo es cambiar radical y profundamente los
términos de las discusiones sobre la verdad y sobre el papel que juega la
comprensión en la forma en que vamos a justificar relaciones sociales
<<deseables>>. Con el diálogo analítico, la pregunta no es: ¿qué
significa, en verdad y en realidad, este texto o este acontecimiento? Y con el
diálogo analítico, las justificaciones para la actuación no son una
consecuencia <<lógica>> o <<moral>> o
<<ética>> de la determinación de la verdad o de la realidad.
Recuperar el valor del diálogo en
la enseñanza como un proceso de comprensión interpersonal implica reconocer y
respetar las diferencias y considerar que éstas son oportunidades positivas
para alcanzar perspectivas nuevas. Crear el espacio para el diálogo en la
enseñanza entraña que no sólo el docente introduzca intereses que son propios
de su raza, su clase, su etnia, su género, sino estar abierto a los intereses
del otro y tener la posibilidad de escucha y de esa forma ser también alumno.
El diálogo en la enseñanza lleva,
según nos dice Burbules (1999, p.30), a cuestionar las jerarquías y las
concepciones tradicionales de la autoridad del maestro; a tolerar y apoyar la
diversidad; a no descansar en supuestos teleológicos sobre respuestas correctas
y verdades últimas; a no apoyarse en esfuerzos individuales aislados, sino en
relaciones comunicativas mutuas y recíprocas; y a mantener abierta la
conversación en el sentido tanto de que carezca de un término final cuanto de
invitar a una diversidad de voces y de estilos a que ingresen en él.
El aprendizaje tiene que ver más
con el desacuerdo que con el acuerdo, que tiene que ver más con el debate que
con la complacencia, que tiene que ver más con generar tu propio cuerpo de
conocimientos que con el asentimiento ante el discurso de otros. Es lo que
muchos pedagogos defienden en sus teorías, la necesitad de cambiar los roles en
las aulas, los profesores dejar de dar clases magistrales conocidas como método
pasivo o el método dogmático. Y que el protagonismo lo tenga el alumno, el
profesor ser un guía o mediador en el aula. Que el aprendizaje surja de las
interacciones entre los alumnos.
Docente y estudiantes tienen
mucho por aprender el uno del otro fuera de los contenidos programáticos. Que
el docente esté abierto y propicie el espacio para el diálogo en la enseñanza
permite expresar y crear comprensiones nuevas, reflexionar acerca de las normas
éticas o políticas y dirimirlas (Burbules, 1999, p.42), ampliar nuestras
comprensiones del mundo, de las personas y del conocimiento. De lo contrario,
muchos son los temas de interés que quedan silenciados sin posibilidad de salir
a luz, sin posibilidad de ser conocidos, de hacerse escuchar y por tanto, sin
posibilidad de llegar a acuerdos o desacuerdos para intervenir y lograr una
sociedad más justa e igualitaria.
Enseñar hoy debe incluir
dedicación a la construcción del carácter, de la comunidad, el humanitarismo y
la democracia en los jóvenes; ayudarles a pensar y actuar por encima y más allá
de las seducciones y exigencias de la economía del conocimiento.
En definitiva, se trata de
ofrecer una educación más humana, que respete la diversidad cultural en todas
sus dimensiones, que resalte el papel del lenguaje en la construcción del
significado y el conocimiento, que promueva el diálogo, la crítica, la
participación y que ayude a formar personas críticas y creativas que
contribuyan a construir una sociedad más democrática comprometida con el
desarrollo humano y natural de nuestro mundo.
Referencias bibliográficas
BURBULES, N. (1999) El diálogo en la enseñanza. Teoría y práctica.
Amorrortu Editores, Buenos Aires.
ELLSWORTH, E. (2005). Posiciones en la enseñanza (Vol. 10). Ediciones AKAL. Madrid; p.97-139.
FELMAN,
S. (1987) Jaques Lacan and the adventure
of insight: Psychoanalusis in contemporary culture. Cambrige, Harvard
University Press
HERNÁNDEZ,
F. H., & GIL, J. M. S. (1993). Para enseñar no basta con saber la asignatura. Paidós
Ibérica, Barcelona; p.35-54
MATA, À., & HARGREAVES,
A. (2003). Enseñar en la sociedad del
conocimiento: La educación en la era de la inventiva. Octaedro, Barcelona;
p.49-88
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